ECONOMÍAS EN DESARROLLO

Un trabajo de la Universidad de San Martín evalúa el desempeño de una y otra economía, que en conjunto concentran 27% de las exportaciones argentinas.

China, la segunda economía del mundo, creció 145% en lo que va del siglo, pese a la desaceleración de los últimos años. Brasil, la séptima economía, registrará una caída de 1% para este año. Ambos conforman, junto a India y Rusia, el grupo de los países emergentes más grandes y su desempeño tiene una importancia central para la Argentina, en la medida que constituyen el tercer y el primer destino, respectivamente, de sus exportaciones.

“Con ambos países el balance es estructuralmente deficitario, aunque el mayor y creciente desequilibrio es con China. Pero la diferencia más importante se encuentra en la composición del comercio: con Brasil el 90% de las exportaciones e importaciones son manufacturas, donde la industria automotriz con su comercio compensado ocupa un lugar relevante. Con China el comercio es asimétrico: el 72% de las exportaciones son materias primas sin elaboración (básicamente soja y derivados) mientras que prácticamente la totalidad de las importaciones son productos manufacturados”, plantea Jorge Remes Lenicov en la más reciente edición del Boletín que edita la Escuela de Economía y Negocios de la Universidad de San Martín.

Remes Lenicov apunta también que los vínculos comerciales muestran en cada caso una marca asimetría. Para la Argentina, el mercado brasileño concentra algo más de 20% de sus exportaciones y el chino, alrededor de 7%. A la inversa, las importaciones desde la Argentina representan 6% del total en el caso de Brasil y apenas 0,3% en el de China.

El trabajo entrega algunos indicadores sobre el desempeño reciente de ambas economías y pasa revista a algunos de sus problemas de largo plazo.

En el caso de Brasil, hace referencia al bajo crecimiento de la productividad, las limitaciones de la infraestructura y de la inversión, el “enorme peso” de la seguridad social, las deficiencias en educación y tecnología, la desindustrialización y la amenaza de la primarización.

En el de China, menciona la disponibilidad en cantidad y calidad de alimentos y agua; las dificultades que plantea la creciente urbanización, que implicará la migración de otros 250 millones de chinos a las ciudades, con la consiguiente demanda de infraestructura y servicios; la polución; el retraso tecnológico y la necesidad de dar un salto educativo. “La gran pregunta que se les plantea a las universidades chinas —dice el autor— es si pueden promover la innovación a gran escala para competir con los mejores y más brillantes norteamericanos en áreas como el hardware de multimedia y el software de aplicaciones, o para superar en diseño e ingeniería a los alemanes a la hora de fabricar autos resistentes y equipamiento fabril automatizado”.

De todas maneras, sostiene el trabajo parafraseando a Peter Nolan, de la Cambridge University, China no podrá comprarse el mundo, dominado por las multinacionales. “La producción industrial de más alta tecnología está muy concentrada en pocas empresas y son todas originarias de los PD (países desarrollados). Las 100 empresas más grandes, que también están en los PD, concentran el 60% de la I&D de las 1.400 mayores empresas mundiales. Esta es la base de la globalización actual. Si bien las grandes multinacionales pierden su sentido nacional, estas empresas dominan el 30 % del valor agregado industrial de China, el 66% de la producción de los sectores de alta tecnología, el 55% de las exportaciones y el 90% de las exportaciones de alta tecnología. China de momento está ausente en la adquisición y/o fusión de grandes multinacionales”, apunta Remes Lenicov.

Publicado el 02-07-2015
Foto: Stockphoto (San Pablo, Brasil).