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SISTEMAS ALIMENTARIOS

Los agronegocios se han tornado insostenibles

En la cumbre de la FAO convocada para septiembre, los costos ambientales y sociales del modelo productivo dominante estarán en el centro de la escena.

 

Por Redacción terminalC

“Nuestros sistemas agroalimentarios no están funcionando adecuadamente, y en muchas zonas del mundo no son eficientes, inclusivos y sostenibles”, dijo QU Dongyu, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), en las jornadas preparatorias de la Cumbre de las Naciones Unidas sobre los Sistemas Alimentarios, que se realizará en septiembre próximo.

Las jornadas —realizadas del 26 al 28 de julio en Roma con participación en muchos casos virtual— fueron presentadas por la FAO como una Cumbre de los Pueblos. Sin embargo, al menos una parte de las organizaciones no gubernamentales convocadas cuestionó el enfoque propuesto, al que consideraron orientado a las soluciones de mercado y la alta tecnología, en perjuicio de otras opciones.

Dos semanas antes, la FAO había dado a conocer su informe anual sobre la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, que revela datos “perturbadores”. Durante el primer año de la pandemia, 810 millones de personas, equivalentes a 9,9% de la población mundial, padeció subalimentación. De ese total, más de la mitad vive en Asia, más de un tercio en África, donde alcanza a 21% de los habitantes, y cerca de 7,5% en América Latina y el Caribe.

Desde otra perspectiva, más de 2300 millones de personas carecieron de acceso a alimentos adecuados todo el año, es decir, se encontraron inmersas en lo que el organismo define como situaciones de inseguridad alimentaria moderada o grave. Respecto de los niños, más de 149 millones de menores de 5 años exhibieron retraso del crecimiento, más de 45 millones padecieron emaciación (delgadez excesiva para su altura) y casi 39 millones, sobrepeso.

Según refiere Equal Times, un sitio vinculado con la Confederación Sindical Internacional, los detractores de la convocatoria cuestionan el enfoque elegido por la FAO, que consideran limitado a los mercados y las soluciones de alta tecnología, al tiempo que ignora los derechos humanos, la agroecología y la soberanía alimentaria. De esa manera, argumentan, se verá consolidado “el control corporativo y neocolonial de los sistemas alimentarios y no propiciará los cambios que se necesitan urgentemente para transformar el modo en que se producen, distribuyen y consumen los alimentos”.

“Hemos visto cómo el sistema alimentario industrial se ha detenido por completo durante la pandemia, interrumpiendo la producción y distribución de alimentos en todo el mundo. En pleno caos, los sistemas agrícolas locales basados en la producción campesina han demostrado su resiliencia y se han convertido en un sustento vital para muchísimas personas. Además, se ha puesto de relieve la necesidad de construir sistemas alimentarios locales basados en los principios de la soberanía alimentaria”, dijeron a Equal Times desde La Vía Campesina Asia del Sur.

De acuerdo con estas organizaciones, los pequeños productores —campesinos, pastores, pescadores, pueblos indígenas, mujeres y jóvenes— proporcionan más de 70% de los alimentos que se consumen en el mundo y utilizan menos de 25% de los recursos naturales, mientras en la agricultura industrial la proporción se invierte.

 

“No lo hemos logrado”

La Argentina participó de las jornadas por intermedio del ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca, Luis Basterra, y del canciller, Felipe Solá.

“Para que la transición sea justa, debe ser inclusiva. Cada productor debe seguir siendo parte del sistema en el territorio, con una calidad de vida digna. La innovación es clave para aumentar la producción de forma sostenible”, dijo Basterra y aseguró que “la agricultura es parte de la solución para lograr el desarrollo sostenible, no del problema”.

“Sigue habiendo necesidad de alimentos para la gente y la pandemia ha profundizado las inequidades, y en ese sentido uno podría haber imaginado que ante una situación global tan adversa pudiera haber emergido un espíritu de solidaridad que lo resolviese. Ese no ha sido el caso. No lo hemos logrado como género humano, pero estamos a tiempo, y esta convocatoria ha disparado esta movilización en quienes producimos alimentos, actividad noble y vital para el género humano”, concluyó el ministro.

Por su parte, Solá señaló que la temática de los sistemas alimentarios tiene particular importancia para la Argentina, “uno de los principales productores y exportadores de alimentos sanos y nutritivos”.

Acerca de los indicadores divulgados por la FAO, lamentó el empeoramiento generado por la Covid-19 y su impacto en los países en desarrollo. “Esta situación nos exige poner todos nuestros esfuerzos para promover políticas de lucha contra el hambre y la pobreza, como así para mantener el normal funcionamiento de las cadenas de valor agroalimentarias”, afirmó el canciller, y ratificó el compromiso de “continuar produciendo alimentos sanos, inocuos y nutritivos respetando el equilibrio entre los tres pilares de la sostenibilidad (economía, sociedad, ambiente), de manera de contribuir a poner fin a la pobreza, a la erradicación del hambre y la distribución progresiva del ingreso; el uso eficiente y sostenible de los recursos naturales y el desarrollo nacional, sin dejar a nadie atrás”.

 

Un paradigma en crisis

Los postulados de la llamada Revolución Verde están en tela de juicio. Hace algo más de un año, en una nota publicada en Equal Times, la periodista especializada Nazaret Castro recordaba que desde mediados del siglo 20 una serie de avances tecnológicos —semillas de alto rendimiento, nuevos fertilizantes y plaguicidas— impulsaron un vertiginoso crecimiento de la productividad agrícola. Y que tres décadas más tarde, con la adaptación a la financiarización generada por el neoliberalismo, se había consolidado el modelo de los agronegocios: extensos monocultivos destinados a la exportación de productos que sirven como insumos para variadas industrias.

“Tras siete años de investigar sobre el terreno estos monocultivos en países como Colombia, Guatemala, Ecuador, Argentina, Camerún, Malasia, Indonesia o Tailandia, podemos concluir que los monocultivos dejan en los territorios en los que se instalan un balance complejo. Entre sus impactos socioambientales, cabe destacar la deforestación y pérdida de biodiversidad, la desertificación y degradación de la tierra, la expulsión de comunidades indígenas y campesinas, la contaminación de tierra, agua y aire por el uso de agrotóxicos, la aparición de enfermedades ligadas a esos químicos y las precarias condiciones de trabajo en las plantaciones”, escribe.

Legitimada por la reducción de los índices de malnutrición en el mundo, “la Revolución Verde trajo algunos avances importantes, pero se olvidó de priorizar el desarrollo de variedades más nutritivas, y no sólo de las más lucrativas; tampoco se preocupó por garantizar la sostenibilidad de la fertilidad del suelo, ni por preservar la biodiversidad de especies y semillas”, añade Castro.

El antecesor de QU Dongyu al frente de la FAO, José Graziano da Silva, sostenía en 2015 que “el modelo de producción agrícola que predomina hoy en día no es adecuado para los nuevos retos de la seguridad alimentaria del siglo 21”.

Durante su exposición en un foro sobre agricultura y cambio climático realizado en París, Graziano afirmaba: “Dado que la producción de alimentos no es una condición suficiente para la seguridad alimentaria, esto significa que la forma en que estamos produciendo ya no es aceptable. Lo que tenemos hoy todavía es principalmente un modelo de producción que no puede evitar la degradación de los suelos y la pérdida de biodiversidad, y ambos son bienes esenciales, especialmente para las generaciones futuras. Este modelo debe ser revisado. Necesitamos un cambio de paradigma: los sistemas alimentarios deben ser más sostenibles, inclusivos y resilientes”.

Cuatro años más tarde, en la presentación de un libro sobre la misma temática, el entonces titular de la FAO alertaba: “Hemos llegado al límite del paradigma de la revolución verde” y argumentaba que “no podemos seguir produciendo alimentos de la misma forma en que lo hemos hecho”, apoyados en técnicas agrícolas intensivas, insumos químicos y mecanización.

 

Publicado el 03-08-2021
Foto: Pixabay.