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EXPORTACIONES

Producción de miel, factor de desarrollo regional

El año pasado, las ventas externas generaron ingresos por 170 millones de dólares. El Gobierno quiere impulsar mayores niveles de consumo en el país.

 

Por Martín Borja / terminalC

En la Argentina agroexportadora, se dan paradojas que ya no resultan curiosas, a fuerza de haberse hecho costumbre. Es uno de los tres mayores productores de soja del mundo, pero su población casi no consume esa oleaginosa. Sus exportaciones de carne vacuna crecen a buen ritmo mientras el tradicional consumo interno disminuye sostenidamente, lastimado por estampidas de precios. Tiene unos 6.000 kilómetros de costa atlántica, pero el pescado y los frutos de mar brillan por su ausencia en la mesa de los argentinos. Con la miel sucede algo similar: el país se ubica entre los tres principales productores en el mundo y es el segundo exportador, pero sus habitantes consumen muy poco ese producto.

Conviene repasar los números: durante 2020, con exportaciones de 71.500 toneladas, la miel generó ingresos por US$ 170 millones, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Durante el primer trimestre de 2021, las ventas externas alcanzaron un volumen de 16.173 toneladas y un valor de US$ 52 millones de dólares. De acuerdo con datos de Agricultura, el consumo interno promedio es de 6.000 toneladas anuales, equivalentes a apenas 130 gramos de miel per cápita. Alrededor de 95% de toda la producción apícola argentina se destina al exterior, a granel en formato de tambores de 330 kilos, sin valor agregado. Los principales compradores de miel argentina son los Estados Unidos, con más de 50%, y Alemania, seguidos a distancia por Japón, Bélgica, España, Italia y Francia.

Con el objetivo de potenciar el bajísimo consumo local, el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación impulsa una nueva edición de la campaña federal “Más miel todo el año”, que destaca sus propiedades como alimento de calidad y pone en valor el trabajo de apicultoras y apicultores como factor de desarrollo regional en todo el territorio nacional. El 20 de mayo se realizó la presentación institucional de la campaña de promoción, en el marco del Día Mundial de las Abejas.

Sin dudas, la actividad apícola genera desarrollo de las economías regionales, y por lo tanto empleo local, y cumple un rol fundamental en los ecosistemas. “La apicultura es inclusión, agregación de valor y es promoción del ambiente porque el efecto que tienen las abejas en la polinización es clave para sostener a la vida. Estamos comprometidos en su visibilización para que esté todo el año en boca de los argentinos”, señaló el ministro de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, Luis Basterra, al realizar la presentación de la nueva campaña.

Además, destacó que “ocupa una gran cantidad de mano de obra, que se lleva adelante por las familias para tener un complemento productivo en algunos casos y en otros como actividad principal”.

Por su parte, el secretario de Alimentos, Bioeconomía y Desarrollo Regional, Marcelo Alós, consideró: “La apicultura actúa en las tres dimensiones que nos gusta que una actividad actúe: social, ambiental y económica. Somos uno de los principales productores y exportadores mundiales de miel y eso nos posiciona para seguir esperando de la apicultura todo lo que esta actividad nos puede dar. Por estas razones es una de las actividades que hemos elegido para bajar los derechos de exportaciones a cero”.

Según el Registro Nacional de Productores Apícolas (RENAPA online), existen 15.306 apicultores, que manejan 33.477 apiarios y más de 3.500.000 colmenas. El sector cuenta con 1.209 salas de extracción de miel habilitadas por el Senasa.

Desde las colmenas de las provincias de Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe sale la mayor cantidad de miel. Los bonaerenses llevan la delantera, con 51% de la producción nacional y más de 4.500 productores registrados. No obstante, la apicultura argentina es una actividad con marcado perfil federal, que se desarrolla en 22 provincias y genera un sensible impacto en las economías locales, ya que en general los productores viven cerca de donde desarrollan su actividad.

La cadena de producción de la miel hoy enfrenta enormes dificultades y amenazas desde el exterior para poder producir en forma sostenible y generar un rendimiento aceptable. China, el primero de los productores y exportadores mundiales de miel, es señalada por organizaciones de apicultores como uno de esos factores desafiantes. El gigante asiático, según señalan, hace años viene inundando el mercado mundial con una miel más económica, pero de baja calidad, cortada con jarabe de arroz. A los productores locales les cuesta competir con un producto de bajo costo y de fácil acceso en las cadenas de hipermercados.

Pero la adulteración no es exclusiva de ese país asiático: también en la Argentina en algunos casos se vende miel que no es pura sino cortada con jarabe de maíz de alta fructosa, el endulzante estrella de la industria alimenticia. El fraude local existe y perjudica a los productores que apuntan a un producto natural y de calidad. En un mercado global de 1,4 millones de toneladas anuales, también desde la India, Ucrania y Vietnam se exporta miel adulterada que hace levantar las voces de los productores mundiales. Desde Estados Unidos, la Asociación Americana de Productores de Miel (AAPM) y la Asociación Sioux Honey presentaron en abril pasado peticiones para la aplicación de derechos antidumping sobre la miel cruda o natural importada de estos últimos tres países, aunque también incluyeron en ese grupo a la Argentina y Brasil.

En una nota dirigida a la AAPM, la Sociedad Argentina de Apicultores (SADA) dejó en claro su posición: “Los apicultores argentinos venimos trabajando e invirtiendo en lograr mieles de calidad, con una trazabilidad digital que permite vincular cada tambor con el apicultor y las colmenas que la producen, con buenas prácticas de manejo e inversiones en salas de extracción y vehículos. En los últimos años, tuvimos que soportar el descenso de los precios por la adulteración y falsificación global de la miel. Hoy, esta petición antidumping que han iniciado seguramente traerá un descenso del precio de la miel que afectará a todo el sector apícola de la Argentina”.

SADA admite que, junto a una mayoría que trabaja en forma honorable, “también hay otras empresas que sólo les importa su ganancia y no tienen en cuenta ni la calidad del producto ni la supervivencia de los apicultores”, pero se manifiesta sorprendida por la inclusión de la Argentina. “Hemos trabajado en forma incansable contra el problema de la adulteración y falsificación de la miel a nivel mundial, que no sólo había bajado el precio a nivel internacional sino que estaba desplazando la miel genuina de los consumidores”, argumenta.

La otra dificultad que asume el sector es la falta de valor agregado, como el que da el fraccionamiento en envases para consumo hogareño en el país. Al dirigir la producción a las exportaciones a granel se pierde esa posibilidad. El gran desafío es acceder al último eslabón de la cadena, el fraccionado y envasado en formatos pequeños para los mercados del exterior.

En este sentido, la miel argentina es apreciada por su calidad y su identidad y variedad floral, debido a las condiciones climáticas en las que se produce y los avances tecnológicos que se vienen aplicando. Los sabores y aromas son fruto de los diversos orígenes florales que generan características particulares. Las mieles más reconocidas son de pradera, trébol blanco, alfalfa, algarrobo, eucalipto, girasol, naranja o limón. Además de la miel a granel, en los últimos años se comercializan más subproductos, tales como ceras, propóleos, jalea real y abejas reinas.

 

Publicado el 03-06-2021
Foto: Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca (archivo).