BRASIL

Entre China y el Mercosur

Aunque el país asiático se afirma como principal socio comercial, el gobierno de Dilma Rousseff revaloriza a la región. La crisis del mundo desarrollado amenaza a la industria y acentúa la primarización de las exportaciones.

Entre China y el Mercosur

 

Por Horacio Lotito

El gobierno de Dilma Rousseff afronta en el corto y el mediano plazo desafíos excepcionales en el terreno de la economía y, más específicamente, en el del comercio exterior. La crisis internacional impulsa cambios en las estrategias seguidas hasta ahora, signados por la necesidad de explorar nuevos mercados y la urgencia de proteger su aparato productivo.

En el ámbito regional, las señales que emite el gigante latinoamericano parecen orientarse a la búsqueda de una mayor articulación con sus socios del Mercosur y la aceleración de la integración de las naciones que integran la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). Este bloque comercial, en efecto, es un destino cada vez más importante para sus manufacturas, que han sentido el golpe de la crisis en Estados Unidos, mercado tradicional para la industria pesada brasileña.

A lo largo de los primeros diez meses de 2011, los países del Mercosur absorbieron 27,3% de las exportaciones brasileñas de manufacturas, mientras el mercado estadounidense respondió por 12,4% en el mismo período. En este marco, convencido de que los Estados Unidos, la Unión Europea y Japón no superaron aún la crisis de 2008 y se encaminan hacia un estancamiento económico duradero, el gobierno brasileño ha puesta en marcha una nueva estrategia para proteger la industria local.

Ésta se plasma tanto en el plan para el sector lanzado a mediados de año, conocido como Brasil Maior, como en las recientes medidas orientadas a aplicar derechos más elevados a las importaciones provenientes de zonas por fuera del Mercosur, además del reforzamiento de una estrategia más agresiva para los contenciosos en la Organización Mundial de Comercio (OMC) y en la articulación de organismos estatales para reforzar el sistema de defensa comercial. Para mejorar los datos de la balanza comercial de productos industriales, la misma presidenta instruyó a los organismos involucrados en el área comercial —incluyendo la Cancillería, la Agencia de Promoción de Exportaciones (Apex) y el Banco Nacional de Desarrollo—, para que refuercen la política de integración Sur-Sur y privilegien el intercambio con América Latina y África para productos manufacturados y el sudeste asiático para commodities.

Tales iniciativas son un ejemplo más del revitalizado interés de Brasil por lograr una mayor articulación del bloque ante un panorama internacional signado por la retracción de los mercados estadounidense y europeos, por un lado, y la avalancha de productos importados de origen asiático —principalmente chinos—, por otro, que amenaza con la deslocalización de las cadenas productivas brasileñas.

Al respecto, la prensa local ha venido recogiendo diversas manifestaciones de funcionarios que dan cuenta del interés del gobierno brasileño por promover la realización, antes de fin de año, de un encuentro de los responsables de Finanzas de los países que integran la Unasur.

Esa vocación no ha impedido, por cierto, las tensiones comerciales entre la Argentina y Brasil. Las idas y vueltas en torno a las licencias de importación de ambos lados de la frontera dan cuenta de un panorama difícil y complejo, por momentos sorprendentemente ríspido, en un contexto internacional propicio para la reelaboración de la estrategia regional.

Para Brasil, incluso a pesar de esas recientes controversias, la Argentina representa una relación fundamental y un mercado estratégico con el que mantiene un superávit creciente, que puede ubicarse entre los 6.000 millones y los 7.000 millones de dólares este año, con un volumen de intercambio comercial que roza los 40.000 millones, de acuerdo con los datos desglosados de su balanza comercial, según estimaciones del ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior de Brasil.

Los evidentes beneficios económicos que representan los vínculos comerciales con el bloque no se han reflejado, hasta el momento, en políticas activas de integración y, en este sentido, Brasil aún no parece tener una política clara para administrarla. En recientes declaraciones a la prensa brasileña, el por entonces secretario de Comercio y Relaciones Exteriores Internacionales de la Argentina, Luis Kreckler —designado, al cierre de esta edición, como embajador en ese país—,se refirió a las dificultades del proceso y explicitó la voluntad del gobierno nacional de “multiplicar las misiones comerciales” para diversificar los canales de intercambio, y puso énfasis en la búsqueda de un “acceso más directo de los productos argentinos en el nordeste brasileño”.

En otro orden, Kreckler criticó las dificultades que encuentran las empresas argentinas para participar en las licitaciones en Brasil. Según consigna Valor Economico, el funcionario afirmó que, “si compiten con empresas brasileñas, tienen que hacer una ofertas de 20% a 30% más bajas”, y señaló que, por el contrario, las compañías del vecino país concursan en la Argentina “en plan de igualdad” con las locales.

Las autoridades uruguayas, por su parte, han hecho oír sus quejas sobre Brasil y la Argentina a propósito de recientes desencuentros comerciales. “Que haya proteccionismo en nuestros socios comerciales es negativo”, deslizó el ministro de Economía uruguayo, Fernando Lorenzo, cuando le preguntaron sobre las medidas de protección a sus industrias que vienen llevando adelante esos dos países. Sin bien las disposiciones cuestionadas por el funcionario han sido solucionadas en gran parte —como sucedió con la inclusión tardía de las montadoras uruguayas en las excepciones al Impuesto a Productos Industriales que Brasil lanzó en agosto pasado—, la experiencia sugiere que se necesitará una mayor articulación entre los socios del Mercosur y un monitoreo regular sobre el comercio intrabloque, que involucre a las autoridades comerciales de los gobiernos, para solucionar potenciales conflictos.

Entretanto, China se ha convertido en el principal socio comercial de América del Sur y del Brasil. Además de constituir su principal desafío. Las estadísticas del Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior del país vecino muestran que, hasta octubre, ese mercado asiático representó para las exportaciones brasileñas un monto de 37.130 millones de dólares. Le siguen Estados Unidos, con 20.532 millones, y la Argentina, con 18.900 millones. Del monto de las ventas externas a China, casi 90% corresponde a commodities, principalmente, mineral de hierro, soja en grano, petróleo, azúcar celulosa y aceite de soja.

Ése es el círculo vicioso más inquietante para Brasil. La demanda asiática, sumada a la especulación en los mercados de las commodities, disparó los precios de las principales materias primas exportadas por Brasil y la región sudamericana. Al mismo tiempo, el dólar barato y la desaceleración de la economía mundial provocan que disminuyan las exportaciones de bienes manufacturados, mientras se acelera la penetración de los productos importados, fundamentalmente asiáticos.

El resultado se traduce en un panorama inquietante. Según el Instituto de Estudios para el Desarrollo Industrial, el déficit comercial brasileño acumulado de enero a septiembre en la industria de la transformación, formado por los sectores de bienes de capital, automóviles y productos químicos, fue de 35.300 millones de dólares, el peor resultado de la serie histórica elaborada por el Instituto, cuyo inicio se remonta a 1989. Recientes estadísticas del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) y de la Fundación Centro de Estudios de Comercio Exterior (Funcex), muestran por su parte una presencia importante de los productos importados en 18 de 20 sectores de la industria de transformación para el acumulado del primer semestre del año.

Hasta ahora, esta dependencia del país asiático ha sido uno de los pilares de la resistencia brasileña a la crisis mundial, pero expone al mismo tiempo la fragilidad de la ecuación. Según la Funcex, un número pequeño de productos básicos explica casi 47% de las exportaciones brasileñas. Su director, el economista Fernando Ribeiro, afirma que Brasil queda muy expuesto a las oscilaciones de precios de pocos productos y a un eventual derrumbe de las cotizaciones de commodities, que puede causar “estragos en la balanza comercial”. Y destaca la dependencia excesiva de mercados como el chino, donde se concentra el mayor saldo exportador. La observación no es menor. Las actas recientes del Comité de Políticas Monetarias del Banco Central Brasileño advierten sobre la moderación de la actividad de los países emergentes, entre los que cita fundamentalmente al gigante asiático, donde detecta signos de una lenta desaceleración de la producción industrial.

La estrategia brasileña ante la OMC es un capítulo aparte. Recientemente, el canciller brasileño, Antonio Patriota, presentó una serie de medidas para reforzar la denominada “diplomacia comercial”. Entre ellas, se incluyen el reforzamiento de grupos de coordinación de contenciosos comerciales y la conformación de un grupo de seguimiento del vínculo económico y comercial con China, entre otras medidas que expresan una nueva mirada del gobierno de cara a la desaceleración de las principales economías occidentales.

La necesidad de una mayor agresividad en los mercados europeo y estadounidense, la resignación ante la situación terminal de las negociaciones en la Ronda de Doha y la expectativa de un aumento de las disputas comerciales en la OMC como consecuencia del recrudecimiento de la crisis financiera, de la denominada “guerra cambiaria” y de la formulación de políticas tendientes a proteger los mercados internos de los países más afectados son algunos de los factores contemplados. Como puede verse, Brasil se prepara para un escenario difícil y complejo.


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