BÉLGICA

En el corazón de Europa

Este pequeño y complejo país, de fuerte actividad industrial y comercial, viene ganando significación para las exportaciones argentinas. Su principal puerto, Amberes, es también una de las principales vías de acceso al continente.

En el corazón de Europa

 

Por Martín Borja

Que Bruselas, capital del Reino de Bélgica, resultara elegida en 1958 como centro neurálgico de deliberaciones para la entonces naciente Comunidad Económica Europea (CEE) no fue un hecho caprichoso ni fortuito. Su ubicación es estratégica, no sólo desde el punto de vista geográfico, sino también por representar el corazón de una de las regiones más industrializadas y competitivas del mundo y, por lo tanto, más ricas y atractivas para los negocios. Su cercanía con los gigantes Alemania y Francia, más su excelente posición de cabeza al Mar del Norte, le otorgaron un rol histórico fundamental en el proceso de industrialización europea. Pero, tal vez por esas mismas virtudes, Bélgica no se encuentra hoy a salvo de los avatares recesivos, producto de la crisis financiera que perturba desde 2008 a las grandes potencias.

Los buenos índices económicos que exhibía hasta entonces se derrumbaron notablemente, acompañando la caída generalizada de otras naciones europeas. Disminución del PBI, déficit presupuestario, baja del intercambio exterior y aumento de la tasa de desempleo son algunos de los síntomas manifestados en 2009. Sectores como el maderero y la construcción, además de servicios como hotelería y transportes fueron seriamente afectados. No obstante, y a pesar de la profundidad de la crisis, los pronósticos son alentadores. Según algunos analistas, Bélgica retomará el crecimiento a partir de 2011-2012 en sus más importantes actividades productivas y financieras. A partir de entonces, el PBI podría crecer a razón de 2,3% anual, como lo venía haciendo desde hace dos décadas, y tanto la inflación como la desocupación tomarían una curva descendente.

Sin embargo, la crisis de la pequeña nación noroccidental es mucho más profunda y no pasa sólo por números. A todo aquello hay que sumarle la debacle política en que se halla desde hace algún tiempo, como consecuencia de un sistema institucional por demás complejo, que no puede entenderse sino estrechamente relacionado con factores culturales y lingüísticos. El Estado Federal es un tejido más que enmarañado, constituido por tres regiones económicamente autónomas (Flandes, Valonia y Bruselas), y por tres comunidades lingüísticas (flamenca, francesa y germánica), a las que se suma una región más de 19 comunas bilingües, ubicadas alrededor de Bruselas. Este entramado habla de una diversidad étnica tan rica como incómoda, que vive en tensiones y recelos permanentes.

Bajo la tutela del rey Alberto II, el gobierno nacional es liderado por la figura del primer ministro, un puesto que hoy está vacante, luego de la renuncia de Yves Leterme en abril pasado. El histórico enfrentamiento entre flamencos y valones viene produciendo durante este año una crisis política que, tras unas apresuradas elecciones en junio, llevó a la victoria al partido Nueva Alianza Flamenca, de ánimo separatista. Al norte, Flandes aboga por su independencia. Al sur, los valones apuestan a la unificación. Resulta así un conflicto de difícil resolución que, más allá del componente cultural, revela intereses económicos en tensión: el norte, con más población y mayor renta per cápita, con mayor actividad industrial, financiera y de servicios, considera que transfiere demasiados recursos al sur, algo más empobrecido, pero con enormes riquezas naturales. Allí, los bosques que aportan madera, piedras y minerales, además de toda la actividad agrícola, posicionan a los valones como motor de buena parte de la capacidad exportadora belga.

Más allá de las diferencias económicas que caracterizan a cada una de estas regiones, hay datos generales que no se pueden soslayar: Bélgica, un modelo de economía abierta, absorbe desde hace años más de 3% del comercio internacional y ocupa el sexto lugar como importador en la Unión Europea (UE). Además, es el tercer inversor mundial en el exterior. Alemania, claro está, es su histórico y principal socio comercial. La industria belga es poderosa en el continente, y es mucho más que cervezas y chocolates, sus productos más conocidos que giran por el mundo. Amén de otros alimentos, bebidas y tabaco, los sectores químico, farmacéutico, biotécnico, metalúrgico, textil, de la construcción y el vidrio están entre los más fuertes de la producción belga.

El país, sin dudas, funciona como termómetro del clima europeo. Muchos hombres de negocios y grandes empresas exportadoras eligen ese mercado como experiencia piloto para luego proyectarse continentalmente. No sólo es sede de la UE, sino también de su Parlamento y de otros 120 organismos internacionales -como la OTAN-, además de unas 1400 ONG. Bruselas, por eso, es considerada la segunda ciudad con mayor actividad diplomática mundial y uno de los principales foros de negocios. Posee una infraestructura de servicios en comunicación y transportes de gran envergadura, tanto por vía terrestre como marítima y ferroviaria, con óptimas conexiones y vuelos frecuentes hacia puntos centrales como Fráncfort, París, Madrid o Londres.

El puerto de Amberes es un lugar clave de distribución de mercaderías para toda Europa, además de constituirse como uno de los principales centros petroquímicos. Especializado en productos como café, cacao, té y algodón, entre otros, es la segunda terminal en importancia continental -luego de la de Rotterdam- y ocupa el cuarto lugar a escala internacional. Los puertos de Gante, de gran almacenaje para producción agrícola en general, y productos congelados, y de Zeebrugge, para tráfico Ro-Ro y transporte de gas natural, son también fundamentales para el intercambio en la región.

Aunque el comercio exterior belga haya disminuido respecto de años anteriores, el nivel de exportaciones sigue siendo alto: las cifras varían de acuerdo con si se aplica un “concepto nacional” o un “concepto comunitario” para su análisis. Teniendo en cuenta éste último, en 2009, registró exportaciones por 265.300 millones de euros e importó por 252.357 millones. Sus principales compradores y vendedores siguen siendo vecinos: Alemania, Francia y Países Bajos. Sólo 5% de lo exportado por los belgas va hacia Estados Unidos, y países de Sudamérica como Brasil y Argentina absorben mucho menos. En ese sentido, Bélgica, como gran parte de las naciones europeas, viene perdiendo mercados americanos en manos de los asiáticos, especialmente de China. El avance en las negociaciones para un acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la UE será fundamental para mejorar en el futuro ese escaso intercambio actual.

El comercio bilateral con la Argentina aumentó casi 100% entre 2002 y 2008 y luego experimentó una caída como consecuencia de la recesión europea. Durante el transcurso de 2009, Argentina vendió a los belgas productos por un monto de 456 millones de dólares, según estadísticas del Centro de Economía Internacional de la Cancillería. Tres sectores concentraron más de 73% de envíos: harinas y pellets de soja, tabaco -como hojas desnervadas- y frutas frescas, sobre todo peras, uvas y manzanas. Asimismo, entraron en el mismo período mercaderías provenientes de aquel país por un monto de 196 millones de dólares, entre los que se cuentan manufacturas de plástico, productos químicos y farmacéuticos, y automóviles. La Argentina tiene posibilidades de diversificar sus colocaciones en el mercado belga: durante el primer semestre de 2010, vienen intensificando su incidencia rubros industriales como la química, los automotores y el plomo. También productos agrícolas como la miel natural y los cítricos se posicionan cada vez mejor.

Quizás el dato más fuerte del vínculo argentino-belga tiene que ver con las inversiones. Históricamente, el país europeo se ha mostrado como un socio importante, con participación en sectores diversos como cervezas y productos lácteos, turismo, energías alternativas, transportes y proyectos inmobiliarios, entre otros. Se han realizado misiones comerciales y de inversiones a la Argentina, tanto de Flandes como de Valonia, con la intención de aumentar sus negocios.

En setiembre pasado, la embajadora belga, Cristina Funes-Noppen, transmitió el interés de empresarios de su país en el desarrollo de puertos en la zona de Rosario y Santa Fe, fundamentalmente en lo que hace a la construcción de nuevos muelles y terminales de contenedores. En ese sentido, compañías como Jan De Nul vienen teniendo un papel relevante en el dragado y mantenimiento de la Hidrovía de la Cuenca del Plata. Algunas otras empresas de ese origen radicadas en la Argentina son Delanta Solar (energías renovables), Biograins, Gap Semillas y De Smet (producción agrícola), Agfa (fotografía) y Grupo Solvay (química y farmacéutica).

 

DIRECTORIO

Organismos / entidades

 Embajada de Argentina en Bélgica y Luxemburgo
www.embargentina.be
Correo: [email protected]

• Embajada del Reino de Bélgica en Argentina
Defensa 113, Piso 8º – Ciudad de Buenos Aires
Tel. (54 11) 4331-0066/69
Correo: [email protected]

• Sección Económica y Comercial de la Región Valona
Correo: [email protected]

• Sección Económica y Comercial de la Región Flamenca
Correo: [email protected]

• Cámara de Comercio Belgo Luxemburguesa en la República Argentina
http://ccblar.blogspot.com.ar/
Viamonte 1365, Piso 2º C – Ciudad de Buenos Aires

• Asociación Belga de Buenos Aires
www.abba-net.com.ar

• Agencia para el Comercio Exterior en Bélgica
www.abh-ace.be

• Brussels Export (organismo mixto de promoción)
www.bruxelles-export.irisnet.be
Correo: [email protected]

• Flanders Foreign Investment Office
www.flandersinvestmentandtrade.be

• Awex (Agence Wallonne à l’Exportation)
www.wallonie-export.be
Correo: [email protected]

Sitios de interés

• Sitio Público Federal de Economía y Empresas en Bélgica
http://www.mineco.fgov.be

• Federación de las Cámaras de Comercio e Industria de Bélgica
http://www.belgianchambers.be/

• Cámara de Comercio e Industria de Bruselas
http://www.ccib.be


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