CADENAS DE VALOR
Bangladesh, un eslabón del trabajo precarizado
La industria de la confección, proveedora de grandes marcas europeas, paga salarios de subsistencia. Los sindicatos piden que cesen las persecuciones.
Ese país ocupa el tercer lugar entre los exportadores de prendas de vestir.
Por Redacción terminalC
Con una inflación que se ubica en torno de 10,0 % anual, de acuerdo con las cifras del Banco Mundial, los trabajadores de la confección de Bangladesh siguen percibiendo ingresos de subsistencia y padecen condiciones laborales precarias. En noviembre pasado, el salario mínimo para la actividad, fijado por el Gobierno, pasó de BDT 8.000 (USD 67) a BDT 12.500 (USD 105). Transcurridos ocho meses, ni siquiera esa suma está vigente en la práctica para todos los establecimientos fabriles.
La decisión oficial, más cercana a las pretensiones de las empresas —muchas de ellas proveedoras de grandes marcas europeas—, provocó rechazo en los trabajadores y sus sindicatos, que demandaban exactamente el doble y organizaron una masiva protesta en la capital, Dhaka, fuertemente reprimida, según recuerda la federación IndustriALL Global Union.
Como resultado, hubo al menos cuatro muertos, varios heridos y más de cien detenidos. Además, la policía presentó denuncias penales contra 20.000 trabajadores. Muchos de ellos han perdido su trabajo y han sido incluidos en listas negras elaboradas por los propietarios de las fábricas, algo que necesariamente obtura la posibilidad de conseguir un nuevo empleo.
Los sindicatos, entre ellos los adscriptos a IndustriALL, exigen que cese esa persecución, que sean retiradas todas las denuncias penales y que se indemnice adecuadamente a los trabajadores, incluidas las familias de las personas fallecidas durante la represión policial.
En 2022, según las cifras más recientes publicadas por la Organización Mundial de Comercio, las prendas de vestir representaban 4 % de las exportaciones globales de productos manufacturados, por un monto cercano a 576.000 millones de dólares estadounidenses. Las cifras desagregadas denotan el papel que ocupa Bangladesh. Es el cuarto importador de textiles (después de la Unión Europea, Estados Unidos y Vietnam, por un monto cercano a 15.000 millones de dólares, y el tercer exportador mundial de prendas terminadas (detrás de China y la Unión Europea), por valor de 45.000 millones.
La situación de los trabajadores bangladesíes de la confección saltó dramáticamente a la consideración mundial cuando, el 24 de abril de 2013, se desplomó el edificio Rana Plaza, donde murieron más de 1100 personas y resultaron heridas casi 2500, que realizaban tareas en talleres y fábricas de diversa dimensión, pero en todos los casos bajo condiciones de extrema precariedad.
El impacto de ese acontecimiento facilitó en cierta forma la firma del Acuerdo de Bangladesh, en el que una importante proporción de las grandes marcas —no todas— se comprometió a garantizar el respeto de normas laborales básicas por parte de sus proveedores. La renovación no ha sido sencilla y está siempre sometida a fluctuaciones políticas y de mercado.
Desde una perspectiva previsiblemente orientada a demostrar los efectos beneficiosos del comercio, el informe sobre las cadenas de valor publicado por la OMC el año pasado asegura que éstas pueden tener un impacto positivo sobre el trabajo, pero plantea también algunas reservas.
“Hay pruebas de que la intervención voluntaria de las empresas multinacionales para abordar cuestiones relativas a las normas laborales en las economías en desarrollo puede ser muy eficaz”, dice el estudio. Asegura también que “las exportaciones a economías de altos ingresos entre las empresas de prendas de vestir de Myanmar orientadas a la exportación afectan positiva y sustancialmente las condiciones de trabajo, especialmente en las áreas de seguridad contra incendios, gestión de la salud y negociación entre trabajadores y empresas”.
En el caso de Bangladesh, señala que “comités de seguridad y salud en el trabajo más fuertes mejoraron las medidas objetivas de seguridad, basándose en ensayos controlados aleatorios en 84 proveedores” de compradores multinacionales de prendas de vestir.
Recuerda, finalmente, que los impactos reputacionales de la tragedia de Rana Plaza provocaron una reorganización espacial de las cadenas de suministro de prendas de vestir. Así, por ejemplo, empresas francesas retiraron parte de su producción de ese país y la trasladaron a otros, como Turquía, Marruecos, Polonia y Portugal.
No obstante, esos mecanismos voluntarios tienen sus limitaciones. “Las actividades de la ONG y los canales de concientización pueden tener límites geográficos y su impacto puede no ser tan fuerte en las etapas iniciales de producción que no son directamente visibles para los consumidores”, advierte la OMC y reconoce que “en las industrias upstream, en las que las marcas son menos visibles para los consumidores finales, las inversiones en responsabilidad social corporativa (RSE) suelen ser bajas”.
En términos relativos, la Argentina está lejos de ser un destino significativo para las exportaciones bangladesíes. En 2023, según los registros del INDEC consultados por este medio, las importaciones de ese origen, medidas por su valor CIF, sumaron poco más de 27,0 millones de dólares. De ese monto, 84,9 % corresponde al segmento de prendas y artículos de vestir (capítulos 61 y 62 de la Nomenclatura Común del Mercosur).
Publicado el 05-08-2024
Foto: IndustriALL (ilustración).
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