Close
AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

Por sistemas alimentarios inclusivos y saludables

El libro editado por la FAO analiza desde diversas perspectivas los desafíos que plantea la pospandemia y plantea otra mirada sobre la seguridad alimentaria, que involucra no sólo el acceso sino también la producción, el procesamiento, el transporte, el comercio, el consumo y el impacto sobre el ambiente.

 

Sin indicar necesariamente un orden de importancia, ni pretender ser exhaustivos, destacaremos a continuación algunos puntos que parecen fundamentales y que serán abordados con más propiedad por los diferentes autores en los diferentes capítulos de este libro.

A. El inicio de la pandemia generó temores de interrupciones en los sistemas de distribución que podrían afectar el abastecimiento de productos alimenticios; estas situaciones no se materializaron en la región, al menos no en una intensidad que pudiera generar una crisis alimentaria como se pensaba.

B. Además, las exportaciones de materias primas de origen agrícola no se redujeron significativamente como se temía inicialmente. Por el contrario, el inicio del aislamiento social coincidió con el fin de la cosecha de cereales en América del Sur, región tradicional exportadora de productos agrícolas como soja, maíz y trigo, particularmente a Asia y Europa. La combinación, por un lado, de una mayor demanda de China para reponer sus stocks estratégicos consumidos parcialmente durante los primeros meses de la pandemia, y por otro lado, un dólar devaluado en relación con las monedas nacionales de la región, resultó en un rápido aumento de las exportaciones de productos agrícolas. La falta de control llegó a obligar a países como Brasil a implementar políticas de emergencia para reducir los aranceles de importación, con el fin de asegurar el suministro interno de productos básicos como el arroz, por ejemplo, así como evitar una aceleración inflacionaria de los alimentos consumidos en los hogares más pobres. Cabe señalar que las medidas de restricción a las exportaciones adoptadas por algunos países en la crisis de 2008-2010 no se repitieron en 2020, evitando así las “compras de pánico” en los mercados internacionales de productos básicos, como se ha visto anteriormente.

C. El confinamiento social, en la medida que se restringía el movimiento de personas fuera del hogar, cambió drásticamente el hábito creciente de comer fuera de casa, especialmente en las grandes ciudades. La reanudación de la preparación de comidas en el hogar provocó un cambio drástico en la demanda de algunos productos alimenticios tradicionales por parte de la población de menores ingresos, con el consecuente cambio en los precios relativos de estos productos. El resultado fue lo que se ha denominado “inflación de los pobres”, es decir, un crecimiento mucho mayor de los precios de los productos alimenticios básicos, lo que elevó los índices inflacionarios.

D. Los productos frescos, especialmente los producidos y consumidos localmente, fueron los más afectados por las restricciones de circulación en los mercados locales al comienzo de la pandemia. Los circuitos cortos de producción y consumo se vieron inicialmente muy afectados por las nuevas exigencias sanitarias, comprometiendo la distribución de productos frescos considerados más saludables, y reduciendo drásticamente los ingresos de los agricultores familiares. Afortunadamente, la disponibilidad de las plataformas de marketing online permitió contrarrestar en parte la pérdida de ingresos de esa minoría de pequeños productores que ya contaba con una buena conectividad a Internet. Las Comunidades de Apoyo a Agricultores (CSA, por sus siglas en inglés) se fortalecieron en la pandemia como un modelo prometedor para conectar directamente a un determinado grupo de consumidores, en un extremo, con uno de agricultores familiares, en el otro, incluso permitiendo el financiamiento total o parcial de la producción.

E. La interrupción de los programas de almuerzos escolares debido al cierre de escuelas durante la pandemia fue quizás el ejemplo más dramático de un recorte repentino en las políticas públicas que garantizaban al menos una comida saludable para los escolares. Las consecuencias de esto aún no están cuantificadas, pero ya hay noticias de los periódicos que demuestran el deterioro en la calidad de la alimentación de estos niños, lo que se traduce en un cambio de hábitos alimentarios hacia productos procesados y ultraprocesados, así como en un aumento del sobrepeso y la obesidad. Cabe señalar que, en países como Brasil, donde el 30% de las compras para comidas escolares son parte de una política combinada de compras locales de productos frescos de la agricultura familiar, la interrupción del suministro ha afectado fundamentalmente a los agricultores familiares locales.

F. Los pocos indicadores existentes muestran que hubo una drástica reducción en el ingreso disponible de los más pobres, especialmente aquellos que trabajaban en condiciones informales y precarias. Las medidas paliativas de transferencia de ingresos monetarios a través de bonificaciones, cupones y otros mecanismos, adoptadas por varios gobiernos latinoamericanos, inicialmente impidieron un aumento generalizado de la pobreza y la inseguridad alimentaria en la región. Pero la prolongación de la pandemia a lo largo de 2020, sumada a las posibilidades de una segunda ola de contagio, indican que las restricciones ya adoptadas pueden extenderse hasta que la vacuna esté disponible para al menos los grupos de mayor riesgo. Esto deja a la región en una incertidumbre permanente sobre el futuro, lo que contribuye a reducir aún más las inversiones públicas y privadas que ya habían caído por la crisis económica y política que está afectando a varios países de la región.

G. La aceleración de esta y otras tendencias que ya se manifestaban en ALC antes de la pandemia permite decir que la “nueva normalidad” que se ha visto en la región hasta ahora ha agravado las peores condiciones existentes anteriormente. Eso es particularmente cierto en lo que respecta a la distribución del ingreso y de la riqueza en la región, que ya era profundamente desigual —una de las más grandes del mundo— antes de la pandemia.

H. Es necesario decir que el mundo virtual de la “vida en línea” impuesto por la pandemia ha acelerado enormemente las tendencias de las innovaciones, principalmente en las áreas de telecomunicaciones y tecnología de la información. Desafortunadamente, estas nuevas tecnologías no están disponibles como bienes públicos para todos y, por lo tanto, no son accesibles para los más pobres. Sumado a esto el hecho que el mundo rural ya estaba experimentando una gran brecha digital en relación con el mundo urbano antes de la pandemia. Esto debido a las necesidades mucho mayores de infraestructura pública y privada para permitir el acceso a Internet, que pasó a formar parte de las condiciones básicas de supervivencia durante la pandemia. Los grandes productores de materias primas, altamente capitalizados por los excelentes resultados de las exportaciones del año pasado, han acelerado sustancialmente la incorporación de estas y otras innovaciones, ampliando las diferencias con los pequeños agricultores familiares que necesitan el apoyo de las políticas públicas para adoptarlas.

I. Nada indica que, debido a los altos niveles de endeudamiento de los gobiernos federales y regionales de la región, fuertemente golpeada por la pandemia, podamos tener importantes inversiones en infraestructura en el corto plazo para enfrentar esta dicotomía entre grandes y pequeños productores que se profundizó en la crisis.

J. Ante esta situación de crisis de la inversión privada y de la capacidad de financiación pública de mayor alcance en un futuro cada vez más incierto, las ciudades serán cada vez más dependientes de sí mismas para la alimentación saludable y para reducir los costos de atención médica debido a la mala nutrición. Además, la alimentación saludable se ha convertido en una necesidad, como forma de prevenir la enfermedad del COVID-19. Esto abre una ventana de oportunidades para una agenda de SAN [Seguridad Alimentaria y Nutricional] municipal donde, entre los componentes fundamentales, esté la búsqueda de formas alternativas de producción más sustentable, estimulando circuitos de aumentos de producción y consumo (tipo Km Zero) e incentivos para el consumo de alimentos frescos y saludables de la agricultura familiar. Si será posible aprovechar esta ventana de oportunidades que trae la pandemia, solo las futuras decisiones colectivas que rompan con la “inercia política” podrán decirlo.

Para finalizar, podemos decir que el QUÉ hacer está claro, pero lo más complicado ahora es el CÓMO. Aquí algunos actores se destacan como protagonistas fundamentales en ALC. Ellos son los Frentes Parlamentarios Contra El Hambre; los ya destacados Diálogos de los Sistemas Alimentarios, con participación de las organizaciones sociales, sector privado y sector público en busca de consensos nacionales y locales para la formulación de las nuevas políticas públicas, y no hay que olvidar la importancia de la academia para aportar la evidencia científica en la formulación de estas nuevas políticas públicas de seguridad alimentaria y nutricional.

El desafío es global, pero dados los diferentes contextos en ALC, los procesos deben bajar a los territorios donde el rol de las ciudades es cada vez más importante. Las organizaciones sociales, incluyendo no solo las de productores, sino también las de consumidores, necesitan unir esfuerzos en el lobby político. La voluntad política traducida en recursos solo se logra con presión social. Por eso es imprescindible aprovechar la democracia para elegir buenos representantes en los congresos y gobiernos. El sector agropecuario tiene una gran oportunidad de apoyar la transformación de los sistemas alimentarios hacia sistemas sostenibles, inclusivos y saludables en la pospandemia.

[Del capítulo 1, escrito por José Graziano Da Silva, ex director general de la FAO.]

 

Título: Sistemas alimentarios en América Latina y el Caribe: Desafíos en un escenario pospandemia.
Autor: José Graziano Da Silva; Mario Jales; Ricardo Rapallo; Eugenio Díaz-Bonilla; Guido Girardi; Mauro del Grossi; Cassio Luiselli; Marcos Rodríguez; Juan Zuluaga; Octavio Sotomayor; Adrián Rodríguez; Mónica Rodrigues; Paul Wander y Danilo Manuel Pérez Montiel.
Editor: FAO, CIDES.
Año: 2021.
Páginas: 266.

 

> Acceder al documento completo.

 

Publicado el 26-08-2021