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GUERRA RUSIA - UCRANIA

Cómo será el impacto sobre las materias primas

El incierto desarrollo del conflicto augura fuertes subas en los precios de cereales y combustibles, y un deterioro paralelo de la seguridad alimentaria.

 

Por Martín Borja / terminalC

El desarrollo del conflicto bélico desatado entre Rusia y Ucrania evoluciona hora a hora, y lo dicho hoy puede no ajustarse a la actualidad de mañana, en términos de los avances y retrocesos de la negociación política y diplomática, mientras se suceden los bombardeos. Todo es incertidumbre. Pero lo que es seguro son las consecuencias económicas y las transformaciones que produce en la geopolítica mundial un enfrentamiento de esas características, si persiste en el tiempo.

Dentro de ese nuevo escenario global, está la reubicación que sufrirán los flujos comerciales entre diferentes regiones, especialmente en lo que hace a las commodities relacionadas con la energía y los alimentos. Ocurre que tanto Rusia como Ucrania son grandes exportadores de materias primas y es indudable el impacto que producirá especialmente en Europa la escasez de esos suministros, en tanto se ha desatado una guerra de bloqueos financieros y de bienes exportables, a la par del desastre armado.

Según datos difundidos por la FAO, Ucrania es el quinto mayor exportador de trigo del mundo, con una cuota en el mercado global de 10% en los períodos 2016/17 y 2020/21. En 2021, la participación de las exportaciones de maíz de Ucrania fue aún más significativa, con un promedio de 15%, que le confirió el lugar del cuarto mayor exportador mundial. La mayor parte del trigo y del maíz de Ucrania se originan en Kiev y en las regiones de Chernihiv y de Mykolaiv, de cuyo puerto y del de Odessa en el Mar Negro salen los granos que recorren Europa.

La propia FAO destaca que, antes de la operación militar, “las entregas de maíz de Ucrania ascenderían a 33 millones de toneladas en 2021/22, lo que lo habría convertido en el tercer mayor exportador mundial de maíz”.

Alrededor de 30% (12,6 millones de personas) de la población ucraniana vive en áreas rurales. La agricultura juega un papel cada vez más importante en su economía, con una participación en el PIB (incluyendo la silvicultura y la pesca) que ha crecido de 6,3% en 2007 a 9,3% en 2020. Si en los números se incluye la cadena de suministro de insumos y procesamiento de alimentos, la contribución del sector a la economía ucraniana aumenta a aproximadamente 22% del PIB.

Es impredecible y objeto de diferentes análisis el impacto que tendrá el conflicto sobre la seguridad alimentaria en diferentes regiones del mundo, cuáles serán las más afectadas y, en contraposición, las más beneficiadas. Es odioso hablar de beneficios económicos frente a la muerte de miles de seres humanos y al éxodo masivo de millones, pero los cambios de dirección en el comercio exterior global serán inevitables si persisten los bloqueos.

Si bien los países latinoamericanos no son dependientes de manera directa ni mucho menos de la economía rusa en lo que hace al comercio, el sacudón en los mercados globales podrá movilizar fuertemente el escenario doméstico en los países productores de materias primas.

Según un informe reciente de la Fundación INAI (Instituto para las Negociaciones Agrícolas Internacionales), difundido por la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, Rusia y Ucrania suman 78% del comercio mundial de aceite de girasol, 28% del suministro global de trigo y 19% del de maíz, “por lo que una escalada en el conflicto armado en la región puede tener consecuencias relevantes en la oferta y los precios de estos productos”.

En líneas generales, los destinos de esas commodities están orientadas hacia Asia y Medio Oriente, en el caso de la producción rusa, y hacia algunos mercados europeos, más el chino y el indio, en el caso de la ucraniana. Si el conflicto se mantiene por tiempo indeterminado, no sólo Europa, China, India y Egipto deberán buscar alternativas de abastecimiento sino países como Irán, Turquía, Vietnam y Paquistán, entre otros, deberán mirar a diferentes productores de trigo, maíz y aceite de girasol de manera de abastecer sus mercados internos.

Por otra parte, el problema del suministro y el precio de los combustibles es asimismo complejo y de difícil resolución, y a estas horas levanta la temperatura entre las preocupaciones de los gobiernos europeos. Rusia concentra alrededor de 11% de la producción mundial de petróleo y 6% de la de gas.

Las cotizaciones mundiales suben minuto a minuto y llegan a precios récord desde el inicio del conflicto en febrero, con barcos cerealeros varados en los puertos europeos.

España, por ejemplo, fuerte importador de cereales que recibe 22% del maíz desde Ucrania, ha levantado la voz para alertar sobre el peligro de desabastecimiento de alimentos en el continente europeo. Y no sólo para consumo humano: muchos de esos insumos van a la alimentación del ganado, lo cual dibuja un panorama de aumento de precios también en este sector.

Dado el movimiento alcista no solo sobre los alimentos, sino también en los precios internacionales de combustibles y de fertilizantes, los productores de materias primas en países latinoamericanos miran la escalada con cautela, conscientes de la posibilidad de ganar en precio y en cantidad exportada, pero con crecientes costos por insumos importados.

El optimista informe de Fundación INAI indica que “en el corto plazo, el valor exportado por Argentina podría incrementarse, como consecuencia del aumento de precios, en aproximadamente 1.800 millones de dólares”, dependiendo también del desarrollo de la crisis hídrica local.

En este marco de incertidumbre, la posibilidad cierta de que ello genere un rebote en los precios locales que realimente la escalada inflacionaria genera preocupación y replantea la necesidad de 'desacoplar' los precios del mercado interno al contexto internacional.

El jueves 3 de marzo, en medio de una disparada mundial del trigo, el cereal más afectado, que llegó a su pico más alto en 14 años, el gobierno argentino acordó con molinos de harina la creación de un fideicomiso para evitar alzas en los precios locales de la cadena industrial. El Gobierno había estimado para la cosecha 21/22 del cereal un récord de 22,1 millones de toneladas. Concretamente, “este mecanismo da respuesta a la necesidad de desacoplar precios para proteger el mercado interno en un contexto global de conflicto bélico y con el precio internacional del trigo alto y sostenido”, afirmó el Ministerio de Desarrollo Productivo en un comunicado, en que se asegura además que lo se busca es “tener certidumbre y eliminar la volatilidad, dos de los principales requerimientos de la industria para garantizar abastecimiento y precio de alimentos básicos como son los fideos secos y harina”.

“La implementación de esta política contempla volcar al mercado doméstico 800 mil toneladas de trigo para garantizar abastecimiento y lograr la estabilización de precios de esos productos esenciales”, agregaron desde la cartera.

La otra gran preocupación desde la Argentina es la fuerte subida en los precios de los hidrocarburos y en particular del gas natural licuado (GNL), un insumo indispensable que necesariamente debe importar para abastecer la demanda interna y paliar el déficit energético.

“La inflación de los precios de los alimentos tiene su origen en mucho mayor medida en sectores distintos al de la producción de alimentos, especialmente los de la energía, los fertilizantes y los piensos”, aclaró en un comunicado reciente la FAO, al analizar el comportamiento de los precios de los alimentos de febrero.

Algunos economistas alertan sobre los costos más altos de la energía y su incidencia sobre la producción de los alimentos y su transporte, lo que podría sumar una excesiva presión inflacionaria a una economía castigada como la argentina, en plena negociación para la reestructuración de su deuda externa.

 

Publicado el 07-03-2022
Foto: Albrecht Fietz - Pixabay.