FRANCIA

Tan exigente como seductora

Su competitiva economía lidera, junto a la alemana, la aún lenta recuperación de la eurozona. Pese a los fuertes y cuestionados subsidios que otorga a su sector agrícola, ese mercado ofrece oportunidades a los productos argentinos.

Tan exigente como seductora

 

Por Martín Borja

Tal vez impulsada por la nostalgia o desencantada con un presente que no se ofrece demasiado alentador, la sociedad francesa vuelve por estos días el rostro al pasado reciente, para observar una vez más la sombra de François Mitterrand. En mayo de este año, se cumplieron tres décadas del triunfo de quien fuera el primer presidente socialista que pisó el Palacio del Elíseo y, sin lugar a dudas, personaje emblemático de la política mundial. En ese marco conmemorativo, se ha revalorizado su figura pública, a partir de una discusión mediática sobre sus méritos y errores. Mientras tanto, en las antípodas ideológicas, Nicolas Sarkozy, que ocupa la presidencia desde mayo de 2007, ha llegado a los niveles más bajos de popularidad, y la decepción con su gestión es grande.

A pesar de la crisis financiera que a partir de 2008 se expandió desde Estados Unidos hacia el resto del mundo, y que sumergió en una recesión generalizada a los países europeos, la Quinta República sigue mostrándose actualmente como una economía poderosa. Mientras algunos de sus vecinos continentales conviven hasta hoy con el fantasma de la bancarrota, los franceses lideran desde 2010, junto con los alemanes, una recuperación lenta, pero constante. Ambas economías, que representan casi la mitad del PBI de la región, funcionan en la actualidad como motor de despegue de la eurozona.

Luego de haber sorteado —con mejor suerte que otras— el cimbronazo recesivo, la economía francesa pudo recuperar, recién en el primer trimestre de este año, una tasa de crecimiento comparable a la de 2006, es decir, de un modesto 1%. Todavía puede exhibirse, entonces, como la sexta economía mundial, gracias a un sector de servicios y finanzas sumamente robusto y una industria altamente competitiva, que le permite colocarse entre los principales exportadores mundiales. Si bien el período depresivo continúa y el desempleo ronda 10%, el peligro de dos años atrás en parte se ha alejado.

Aún se recuerdan las protestas callejeras y las grandes movilizaciones de enero de 2009, que convocaron alrededor de dos millones de ciudadanos en diferentes puntos del país, para repudiar el escudo anticrisis anunciado en aquel momento por el gobierno de Sarkozy, interpretado como un salvataje a favor de bancos y grandes compañías. A decir verdad, el plan de reactivación original destinaba nada menos que 26.000 millones de euros, en su mayor parte, a las automotrices, al sector de la construcción y a la inversión en infraestructura pública. Los despidos y la brusca caída del PBI eran los peligros que amenazaban la economía gala, a la par del resto del continente, y, en ese sentido, el sector automotor fue el primero en hacer sonar sus alarmas.

Un año y medio después, la gente salió nuevamente en forma masiva a las calles, esta vez para oponerse a la ley de reforma previsional —que establecía un aumento de la edad jubilatoria—, una de las polémicas medidas de ajuste postcrisis que el gobierno impulsó, desesperado por reducir el alto déficit. Luego, otros proyectos muy duros de reforma laboral y de ordenamiento migratorio produjeron similares resistencias populares.

Todo aquello no hizo más que desencadenar un sismo político puertas adentro del gabinete ministerial —que renunció en pleno—, del que salió fortalecido su primer ministro, François Fillon, con mayor libertad de acción interna. Desde entonces, Sarkozy se ha montado personalmente en el caballo de la política exterior, sobre todo en lo que hace a las negociaciones del G20, donde Francia tiene ahora la presidencia. En ese foro, integrado también por la Argentina, las actuales conversaciones pasan por la reforma monetaria, la regulación financiera y, más que nada, el control sobre el precio de las commodities, que causa gran preocupación en la Unión Europea. La agricultura ha venido a ocupar, sin lugar a dudas, el centro de la agenda mundial. La cuestión no deja de provocar rispideces entre las naciones industrializadas y los países productores de materias primas: si bien de ambos lados coinciden en la necesidad de combatir la volatilidad de los precios agrícolas, Francia busca ponerles límites, mientras Argentina y Brasil postulan una regulación a partir del incremento en la oferta global de alimentos.

El desacuerdo abarca además a las incansables negociaciones entre la UE y el Mercosur por un acuerdo de libre comercio. El proteccionismo agrícola que se aplica en el viejo continente es, por supuesto, la piedra en el zapato, que no le calza nada bien al bloque sudamericano. Ante el reclamo del Mercosur, Sarkozy es, hasta el momento, el más enérgico opositor al acuerdo, porque considera que afectaría a los agricultores franceses, a pesar de que éstos reciben los más altos subsidios de Europa. En el rubro, la posición de Francia es privilegiada: en bienes agropecuarios, es el primer productor de Europa y el segundo exportador mundial.

Los franceses, al igual que el resto de la UE, no tienen hoy sus prioridades puestas en América del Sur —como tampoco sucede a la inversa—, y eso le ha causado pérdidas de mercados en manos de los asiáticos. En el plano del comercio exterior, sus principales socios son Alemania, Italia y España, mientras que Estados Unidos, China y Rusia se ubican entre los diez primeros. En materia de inversiones, su atención está puesta en América del Norte y en los países nórdicos europeos.

Más allá de estos obstáculos, el vínculo político y comercial argentino-francés es históricamente muy sólido y se da hoy en buenos términos. En febrero último, se relanzó el vínculo bilateral, a propósito del nombramiento de Aldo Ferrer como nuevo embajador en París, con la intención de profundizar la cooperación en materia científica, tecnológica y nuclear, entre otros ámbitos.

El intercambio comercial entre ambos países se viene recuperando desde hace nueve años, con un descenso en 2009 y un fuerte repunte en 2010, en el que sumó más de 1.965 millones de dólares. El superávit es históricamente a favor de los franceses, salvo en el período 2002-2003. Sin embargo, el tipo de exportaciones argentinas es algo más diversificada que en el caso de otros destinos. Los principales productos colocados en los últimos años son aceites comestibles, pellets de soja y pescados y mariscos (específicamente, merluza, moluscos y camarones), uno de los rubros que más se ha expandido. El sector metalúrgico (hierro) y el farmacéutico también aportan una cuota considerable y, en menor medida, las autopartes, los plásticos y los químicos (peptona).

Según un informe de la Embajada Argentina en París, la venta de aceite de soja en bruto está vinculada directamente con la fabricación francesa de biocombustibles, cuya utilización aumenta en el mercado local, que debe cubrir obligatoriamente una cuota de 7,6% sobre el volumen total de combustibles comercializados.

En el caso de los alimentos, las frutas argentinas están teniendo una entrada cada vez mayor en el exigente mercado galo, siempre cuidadoso con la calidad de los productos. En ese sentido, son apreciados los cítricos, especialmente limones y pomelos, además de peras y manzanas. Si bien hay productos que están posicionados hace tiempo, como carnes, verduras congeladas y deshidratadas, miel y ajo, existe aún mayor potencial de colocación de otros bienes de la industria agroalimentaria. Inclusive, bodegas argentinas —por ejemplo, Lagarde— han logrado instalar algunas marcas en boca de los que tradicionalmente más saben de vinos en el mundo. Año tras año, las ferias internacionales realizadas allí sirven como plataforma para la Argentina, como es el caso del Salón Internacional de la Alimentación (SIAL) y Vinexpo, de vinos y licores.

Sin embargo, el capítulo más importante de la relación es el de las inversiones, ámbito en el que, históricamente, los franceses apuestan fuerte. La nación europea quedó posicionada en 2009 como el segundo inversor extranjero global, luego de Estados Unidos, especialmente en áreas de servicios inmobiliarios y financieros. Su inserción en Sudamérica viene creciendo, y si bien Brasil es el principal destino de capital, Argentina captó en ese año casi 2.250 millones de dólares, que representan 10% del stock de inversión extranjera directa (IED) francesa en la región.

Superado quedó hace tiempo el conflicto con el grupo Suez, ex concesionario de Aguas Argentinas. Desde 2003, fueron 47 las empresas galas que anunciaron inversiones en el país, principalmente en los rubros de comercialización de alimentos y bebidas, expandiendo así la ya tradicional presencia en las industrias de automotores y autopartes, del petróleo, la química y el plástico. Entre los casos más reconocidos, se encuentran las automotrices PSA Peugeot-Citroen y Renault, la petroquímica Total y los supermercados Carrefour. Otras compañías importantes son Accor (hotelería), Casino (comercio), Saint Gobain (vidrio), Danone (alimentación) y Aique Grupo Editor (publicaciones).

Por su lado, empresas argentinas han logrado ingresar de a poco al mercado francés. Es el caso del grupo Dagrex, especializado en distribución y logística de agroalimentos, y de La Martina, comercializador de ropa exclusiva.

 

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Sitio: www.airfrance.com

Sitios de interés

 L’Union des Chambres de Commerce et d’Industrie Françaises à l’Etranger
(Unión de Cámaras de Comercio e Industria francesas en el exterior)
Sitio: www.uccife.org

 UbiFrance
Agencia francesa para el desarrollo internacional de las empresas
Sitio: www.ubifrance.com
 

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