PANORAMA 2013 DE LA FAO

Seguridad alimentaria y nutricional en la región

El informe anual del organismo detecta que América Latina y el Caribe ha logrado avances importantes en la reducción de la pobreza y la indigencia y que 16 de los países que la integran han cumplido el objetivo de “reducir a la mitad el porcentaje de personas que padecen hambre”. Con todo, éstas son aún 47 millones, pese a que la región produce más alimentos de los que requiere para el consumo de su población.

Seguridad alimentaria y nutricional en la región

 

 

La edición 2013 del Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional de América Latina y el Caribe muestra que durante los últimos años la región mantiene una trayectoria favorable en materia de crecimiento económico y protección social, en un contexto en que las economías de los países industrializados han experimentado crisis y, por lo general bajas tasas de crecimiento.

Los avances alcanzados por la región respecto de la meta de reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, el porcentaje de personas que padecen hambre, establecida en el primero de los Objetivos del Milenio, permiten mantener el optimismo: si se redoblan los esfuerzos y se mantiene esta tendencia positiva en los planos económicos y sociales, resulta posible pensar que la presente generación de latinoamericanos y caribeños sea la primera en la historia en dejar atrás el hambre y la desnutrición.

Tal desafío implica necesariamente profundizar y acelerar transformaciones estructurales en materia de redistribución de ingresos al tiempo que se afinan al máximo las políticas sectoriales y de corto plazo que contribuyen a disminuir la pobreza y erradicar el hambre en la región.

Son varios los países de la región que han renovado su compromiso con la seguridad alimentaria, con diversos enfoques y en múltiples materias. México, por ejemplo, lanzó su “Cruzada Nacional contra el Hambre”; Guatemala cuenta desde 2012 con el “Pacto Hambre Cero”; Brasil implementó un programa para la erradicación de la pobreza extrema, “Brasil sin Miseria”, una estrategia avanzada del “Programa Hambre Cero”; Chile puso en práctica el Programa “Elige Vivir Sano” para combatir los problemas de salud derivados de la obesidad; Venezuela fortaleció su estrategia nacional de abastecimiento de alimentos; Perú creó la Comisión Intersectorial de Seguridad Alimentaria y Nutricional; y la Comunidad del Caribe estableció su Política Regional de Seguridad Alimentaria y Nutricional. Antigua y Barbuda, por su parte, se sumó al “Desafío Hambre Cero” de las Naciones Unidas, anunciando su compromiso de erradicar el hambre y la pobreza extrema del país en sólo dos años.

Los países no sólo han reiterado su compromiso con la lucha contra el hambre y la malnutrición de forma individual, sino que lo han refrendado en las declaraciones de las principales instancias supranacionales de la región como CELAC, SICA, UNASUR, MERCOSUR, PARLATINO y CARICOM.

La FAO basa su actuar en la convicción de que el hambre es un problema que puede y debe ser resuelto, ya que los países de la región cuentan con los recursos y capacidades técnicas, humanas y políticas para abordar este desafío. En lo político, particularmente, se observa un creciente compromiso tanto de las más altas autoridades de los países de la región así como de otros sectores de la sociedad civil.

Como se desprende de la lectura de este Panorama, la región realiza un gran aporte a la seguridad alimentaria del mundo, debido a su condición de gran productor de alimentos. De hecho, en términos de disponibilidad calórica, la región genera 2.900 calorías diarias per cápita, lo que muestra que en materia de disponibilidad cubre con holgura las necesidades alimentarias de toda su población. Estos indicadores demuestran, una vez más, que el hambre en nuestra región no es principalmente un problema de disponibilidad o de producción, sino sobre todo de acceso a los alimentos, de ingresos insuficientes para cubrir los gastos de una alimentación adecuada, razón por la cual la seguridad alimentaria de un país está indisolublemente ligada a la superación de la pobreza y la desigualdad.

Una de las lecciones que han dejado las experiencias exitosas de la región es la importancia que tiene el denominado “enfoque de doble vía” como camino hacia la seguridad alimentaria. Esto significa atender las situaciones más urgentes a través de medidas inmediatas, combinándolas con políticas, programas e intervenciones de largo plazo, que permitan generar cambios estructurales para atacar las causas subyacentes del hambre.

Los gobiernos de América Latina y el Caribe han implementado una gran variedad de políticas y programas que han tenido impactos positivos en las condiciones de vida de sus habitantes. Entre ellos destacan los programas de transferencias condicionadas de ingresos que 21 países de la región implementan, y que apoyan a más de 113 millones de personas, cerca del 20 % de la población regional. Igualmente importante ha sido la expansión, durante los últimos años, de los programas de alimentación escolar. Dichos programas cubren hasta el 89% de los estudiantes de 4 a 12 años, como es el caso de Bolivia, el 95% de los estudiantes de 5 a 12 años en Guatemala, y el 100% de los estudiantes hasta los 12 años en Venezuela; en tanto en Nicaragua está cubierta el 100% de la población infantil.

También forman parte de esta doble vía para lograr la seguridad alimentaria todas aquellas políticas y programas que dan proyección a la agricultura familiar en sus fases productivas así como en su inserción en los mercados locales, lo que favorece la disponibilidad de alimentos sanos que, además, son parte central de las culturas de regiones o etnias de los países.

Por el lado de políticas de largo alcance, o de carácter más estructural, cabe mencionar la creciente atención que se le brinda al empleo rural, pues muchos hogares pobres obtienen sus ingresos trabajando como asalariados. En general, esta variable ha sido poco considerada a pesar de explicar parcialmente los altos índices de pobreza e inseguridad alimentaria. Mejorar este mercado de trabajo, adecuando la normativa, siendo eficaces en su fiscalización, disminuyendo el trabajo precario y aumentando los salarios mínimos, podría tener un enorme impacto sobre los focos más persistentes de pobreza en la región.

El hambre y la pobreza extrema no son problemas que afecten sólo a las familias que viven en esas condiciones, ni tampoco a las comunidades, provincias o estados a los que pertenecen. Tampoco son el problema de un solo país. Son una realidad que nos afecta a todos: la pobreza y hambre de un país tiene impactos negativos en toda la región. Es un desafío que debemos enfrentar de manera conjunta, tarea a la cual tanto la Oficina Regional de la FAO, como las subregionales y sus representaciones dedican la totalidad de sus esfuerzos.

[Presentación, firmada por Raúl Benítez, representante regional de la FAO.]

 

Título: Panorama de la Seguridad Alimentaria y Nutricional en América Latina y el Caribe 2013.
Editor: Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).
Año: 2013.
Páginas: 73.

 

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