COMERCIO JUSTO

Por intercambios más equitativos

Con el acento en la sustentabilidad social y ambiental, se busca que productores en situación de desventaja accedan a condiciones y precios más provechosos. Asociaciones y cooperativas de la Argentina hablan de su propia experiencia.

Por intercambios más equitativos

 

Por Mariano Wolfson

Desde los años ’60, viene cobrando forma en el mundo una modalidad de intercambio comercial basada en el respeto y la transparencia, que apunta a lograr una mayor equidad en las transacciones internacionales. Se trata del comercio justo (fair trade, en inglés), que pretende contribuir al desarrollo sustentable y a escala humana “ofreciendo mejores condiciones comerciales y asegurando los derechos de los pequeños productores y trabajadores marginados, particularmente del hemisferio sur”, según la definición empleada por la Organización Mundial del Comercio Justo (WFTO, por su denominación en inglés). Este modelo, que está apuntalado por distintas ONG y movimientos sociales, y es apoyado por consumidores responsables de distintos puntos del planeta, pone en cuestión los fundamentos del intercambio convencional con la propuesta de un cambio en sus reglas y prácticas. En esencia, busca demostrar que una alternativa más solidaria es posible, un camino también aplicable al plano regional y local.

“En Europa —dice Juan Silva, presidente del Instituto para el Comercio Equitativo y el Consumo Responsable (ICECoR)—, el movimiento del comercio justo es muy fuerte. La Argentina ingresó al mismo con atraso, porque en los años ‘90 el discurso dominante construyó una fachada según la cual ‘pertenecíamos al Primer Mundo’, y esto hizo que nos desvinculáramos de los mecanismos de promoción que impulsaban las ONG del hemisferio Norte y entidades que promueven el tema. Más tarde, también se intentó generar una Red Argentina de Comercio Justo, pero la iniciativa no prosperó debido a intereses y perspectivas políticas divergentes.”

Hay que tener en cuenta que, “por tratarse de productos saludables, de muy buena calidad, respetuosos con el medio ambiente y fabricados por productores mejor pagados, o por tener primas que normalmente se aplican para poder cubrir a los sectores sociales más dañados, algunas mercaderías enmarcadas dentro del comercio justo tienen un precio medio, o medio alto, en relación con el mercado tradicional”, comenta Sebastián Homps, encargado de Comunicación de la ONG Arte y Esperanza. Y explica: “Puertas adentro del país, esto conspira para que este camino de comercio alternativo se difunda más, ya que buena parte de los argentinos no está en condiciones económicas de elegir qué comprar y qué no. En Europa, en cambio, la gente tiene la posibilidad de pagar la diferencia y además posee una conciencia de consumo responsable bastante más trabajada.”

Silva señala, además, que tampoco se observa apoyo del sector público para promover esta modalidad de comercio: “El Estado podría intervenir estableciendo mecanismos de promoción técnica y social para que los pequeños productores alcanzaran rápidamente los estándares exigidos y pudieran reducir costos, vía la introducción de tecnologías, entre otras herramientas; y a la vez desencadenar un proceso de consulta y consenso para alcanzar un marco regulatorio adaptado a nuestra realidad. Esto último impediría que fuera desnaturalizada la iniciativa del comercio justo, que busca proteger —al menos en lo que hace al mercado interno— a muchos pequeños productores que se ven afectados por las cadenas de intermediación, que no le agregan valor a sus productos.”

Más allá de estas dificultades, en el país se observan esfuerzos de cooperativas u ONG que desde hace unos años plasmaron circuitos de comercio justo, volcándose hacia el mercado interno, hacia las ventas externas o hacia ambos frentes.

Arte y Esperanza, por ejemplo, nació en 1986 gracias a la iniciativa de un grupo de padres de un colegio de Vicente López que comenzó haciendo viajes a las comunidades aborígenes para llevar alimentos, ropa y elementos de primera necesidad. “Con el tiempo, se dieron cuenta de que todos los pueblos indígenas argentinos producían sus artesanías de una u otra manera —cuenta Homps—. Y notaron que era una fuente de trabajo que estaba siendo mal explotada, con mayoristas que se aprovechaban de la necesidad económica de las comunidades. Frente a ello, decidieron intervenir para dar una fuente de trabajo digno a través de la comercialización de estas artesanías sin fines de lucro, en principio comprándolas a un mejor precio para venderlas en Buenos Aires.”

En 2002, un grupo de la cooperativa italiana Chico Mendes visitó a la gente de Arte y Esperanza y la interiorizó sobre la movida del comercio justo en Europa. Como los criterios con los que trabajaba la ONG argentina enlazaban naturalmente con los basamentos del movimiento, lograron la certificación de IFAT (International Fair Trade, actualmente WFTO) y desde 2004 comenzaron a exportar a Italia, donde la cooperativa tiene una red de tiendas. Esto permitió, por ejemplo, que un trabajo de un artesano wichí llegue directamente a una tienda en Milán.

Actualmente, Arte y Esperanza trabaja con 470 familias pertenecientes a ocho etnias de todo el país: kolla, pilagá, qom-toba, mbya-guaraní, mapuche, diaguita calchaquí, chané y wichí. Y ofrece cursos de capacitación técnica para poder diferenciar la producción de estas familias de las artesanías básicas o masivas, a fin de que puedan vender mejor su producto.

Las ventas externas representan una porción minoritaria de la actividad de Arte y Esperanza. Al exterior, se envían fundamentalmente cerámicas, así como yicas (carteras wichí realizadas con fibra vegetal) y trabajos en madera. Los destinos principales son Inglaterra, España, Portugal, Italia, Suiza, Alemania y Estados Unidos.

Otro Mercado al Sur (OMAS) está abocada también a la promoción de iniciativas de comercio justo. Desde el año pasado, esta ONG trabaja exclusivamente para apoyar el proyecto Cadena Textil Solidaria (CTS), con algodón fair trade. “Nosotros no comercializamos, sino que apoyamos desde la coordinación general, mediante la generación de iniciativas y la búsqueda de programas de asistencia técnica, capacitaciones e inversiones —explica Harold Picchi, referente de OMAS—. La empresa que comercializa los productos de la CTS es Altromercato Argentina, filial del consorcio CTM-Altromercato de Italia, cooperativa comercializadora de comercio justo. OMAS coordina y tutela esta red de empresas sociales (CTS) formada por la Cooperativa Agroecólogica del Litoral, la Cooperativa Textiles Pigüé y Altromercato Argentina; pero son las propias empresas las gestionan la producción, respetando los estándares del comercio justo”.

Mediante esta iniciativa, son exportadas remeras de algodón especialmente a Italia, pero también a Inglaterra, España, Perú, Chile, Colombia y Costa Rica. Las ventas realizadas a través de Altromercato Argentina durante 2007-2008 alcanzaron los 100.000 euros, en tanto que en el mercado local se comercializaron prendas por un valor equivalente a 5.000 euros. En el período 2008-2009, se modificó la estrategia comercial para fortalecer las ventas locales, con lo cual se exportó por 30.000 euros y se vendió en el país por unos 100.000 euros. “Nuestro eje comercial es el desarrollo de mercados locales y regionales, manteniendo los principios del comercio justo, ya que consideramos que los procesos de sustentabilidad deben basarse en primera instancia en el mercado local”, destaca Picchi.

Coopsol, por su parte, es una cooperativa de trabajo dedicada a la producción y comercialización de miel orgánica certificada y vendida a través del sistema de Comercio Justo. “El hecho de contar con la certificación FLO (de Fairtrade Labelling Organizations International, un sello reconocido a escala mundial que indica que el producto fue producido de acuerdo con los estándares del comercio justo), nos brinda una alta visibilidad y confianza en las condiciones bajo las cuales se produce la miel y en su calidad. Además, nos otorga la preferencia en la compra por parte de consumidores informados sobre productos sustentables y solidarios”, afirma Irene de la Silva, síndica de Coopsol. Y agrega: “La certificación nos posibilita además acceder a una prima o premio (sobreprecio), además de consolidar un estilo basado en la equidad económica, el trabajo cooperativo y participativo y la producción sustentable. El premio se calcula con la empresa compradora en base a un diálogo en el que se explican los costos de producción de nuestra miel”.

Esta cooperativa comercializa miel orgánica multiflora y monoflora. Vende en Santiago del Estero, y también en Italia. “Trabajamos junto a CTM Altromercato, que compra la miel y nos asesora en temas de calidad”, comenta De la Silva. Durante la cosecha 2008-2009, la producción de Coopsol alcanzó 37.000 kilos, exportados en su totalidad a la península.

También enfocada en la venta de miel, la Cooperativa Norte Grande centraliza servicios de diversa índole para “generar una estructura sustentable desde el punto de vista productivo, técnico y comercial, que sirva de soporte e impulso a los pequeños productores apícolas del noroeste argentino organizados”, dice Javier González, gerente de la entidad, que reúne a 80 personas. “El común denominador de los socios es su reducida estructura, la falta de integración y comunicación, la carencia de servicios esenciales para su crecimiento, la dificultad para el acceso a mercados y tecnología disponible, entre otras condiciones. Están dispersos en diferentes provincias: principalmente, en Tucumán, pero también en Santiago del Estero, Salta, Jujuy, Santa Fe y Formosa”, agrega González.

En 2007, Norte Grande obtuvo la certificación de FLO para venta de miel a granel a través de comercio justo: “Lo que se busca es acortar distancias en la cadena de comercialización y distribución de la miel y sus derivados, con las ventajas que ello implica, mejorando nuestro poder de negociación, obteniendo precios de venta más elevados, mejores condiciones contractuales y estabilidad de demanda”, explica González. Sin embargo, añade, el objetivo de la certificación “no se limita a la faz comercial, ya que favorece un constante proceso de aprendizaje y mejora continua en otras esferas, como la productiva, laboral, social, de gestión empresarial y medioambiental”.

Norte Grande no exporta de manera directa, sino a través de socios certificados por FLO. Sus principales compradores están en Italia, Alemania y Bélgica. En promedio, vende 60 toneladas de miel por año. Durante 2007-/2008, toda su producción tuvo como destino a Italia; en 2009, vendió dos contenedores (40 toneladas), uno a Alemania y otro a Bélgica.

La práctica del comercio justo es aún incipiente en Argentina y su historia es relativamente reciente. El desarrollo exportador es pequeño y el número de organizaciones certificadas ronda las dos decenas. Además de los casos señalados —que se concentran en la miel, los textiles y las artesanías—, hay otras experiencias a cargo de cooperativas vitivinícolas y frutihortícolas. Sus protagonistas saben que para cuidar e impulsar este modelo solidario habrá que generar conciencia.

 

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS. La Organización Mundial del Comercio Justo (WFTO, por su denominación en inglés) ha establecido diez estándares para las entidades que adhieren a este modelo. Son los siguientes.
1) Crear oportunidades para productores en desventaja económica o marginados por el sistema de comercio convencional.
2) Mantener relaciones comerciales transparentes, para trabajar de forma justa y respetuosa hacia los socios comerciales.
3) Contribuir a desarrollar la independencia del productor.
4) Difundir y generar conciencia sobre el comercio justo; informar sobre los productos y las condiciones en que fueron producidos.
5) Pagar un precio justo en el contexto local o regional, acordado a través del diálogo y con la participación del productor.
6) Asegurar equidad de género, para que el trabajo de las mujeres sea debidamente recompensado.
7) Asegurar condiciones de trabajo seguras y saludables.
8) Respetar la Convención de las Naciones Unidas para los Derechos del Niño y leyes locales para asegurar que la participación de niños (si la hubiera) en la producción no afecte su bienestar, su seguridad ni sus requerimientos educacionales y recreativos.
9) Promover que la producción no dañe el medio ambiente.
10) Comerciar con una preocupación por el bienestar social, económico y medio ambiental de los pequeños productores sin maximizar las ganancias a costa de ellos. Mantener relaciones a largo plazo basadas en la solidaridad, la confianza y el respeto mutuo.


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